lunes, 23 de noviembre de 2009

Noches sin sonido


Tierno


Ella le pidió que le arranque el clítoris con los dientes y él obedeció.
Recién cuando él le mostró su boca tan manchada de sangre ella le dio su primer beso tierno.
Vació la botella de vino sobre la herida y reía.
—Toda ceremonia acaba en luz. Siempre.
Afuera la noche lastimaba las veredas con silencios.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Caballos ardiendo


El relato de las dos ciudades acababa de formarse en la estación del tren último, pacífico.
Su carne, tampoco.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Viento en Sombra


—Cerrá la ventana que este viento ya me hinchó las pelotas.
El discurrir sólo por el ángulo de tus ojos y las manchas de humedad que se agrandan tanto como para tapar los agujeros de esa luna salvaje que nos ilumina.
La letra de la puerta se va a caer del canto. Hacé algo.
La pretensión del mirar de frente y la presunción de ser visto de costado. El ángulo ese que se ensimisma de un canto alado, de ganas que alcanzan la luna en una aerosilla plateada. La soga se corta y tus senos aguardan.
Hoy por primera vez. Y recogé las bananas que aún quedan. No te olvides de sacarlo todo.
Afuera el viento. Adentro el aliento. Sol no llevamos, hay de sobra y este de acá vence tan rápido que...
Mamá dijo que podía mirarte sólo en tu sombra. Papá dijo que sin luz no hay sombras y mamá sonreía desde lo alto de la escalera. No sabía la cantidad de veces que imaginé la escena de ella en la que cayendo. Y papá que lo sabía se limitaba a tomar coñac en los atardeceres acaramelados y sin gritos. Ruidos en la cocina y las ventanas cerradas. Siempre.
Te invito a discurrir sin ángulos y te invito a olvidarte de las rectas para estrellarnos en las curvas. Juntos. Yo olvidé tu sombra a tiempo y vos te viniste tan sin luz que era un espanto de velas en medio del viento.
¿Cerraste la ventana?, nunca volviste de la costa aquella y acá no hace más que entrar arena. ¿Cómo no tenés miedo de que los ángulos se tapen de arena y el relleno desborde al cabo de tantas y tantas manchas de humedad?
Trato de redibujar las letras de la puerta. Hacé el favor de dejarme tranquilo.
La escena se llena de mamás cayendo de escaleras arriba de papás lamiendo vidrios acaramelados de coñacs en atardeceres y como las ventanas siguen cerradas nadie en los alrededores escucha nada. Con este viento.
Verte en tu sombra. Sólo con llevar algo de luz. Sólo con alcanzar la luna. Sólo si la aerosilla no se cayera tantas veces como la soga se corta y sólo para verte. verte.
Papá tiene razón. Pero ya está enterrado. Y su botella vacía. Vamos a acostarnos porque no conseguí sol. Sólo bananas que pelaremos en la cama. Dejá esa puerta y alcanzame el tacho de basura. Ahí, cerca de la cama. Tengo hambre.
¿Te ayudo?
Sí, salí de ahí, por favor. Me hacés sombra.

martes, 3 de noviembre de 2009

Sombrero


Le mostró sus manos vacías.
¿Soy capaz de llenarlas?
Alrededor las balas silbaban. Y un reloj quebraba piedras sin darse cuenta.
Sacudió jirones en derredor y volvió a su cauce. Le mostró sus brazos abiertos.
Y no saber cuál de las balas.
La avenida cobraba cielos y espantos con dieciocho sentidas emociones alineadas alrededor de las esquirlas.
Una vez tras otra, una vez tras otra, un pez detrás de la obra.
Pero no puede volver a llover, eso es claro, explicaba el hombre de la esquina virada al rojo, basta mirar los cielos para entender que hay más lluvias extinguidas que balas rebotando contras las columnas de alumbrado.
Luces. Luces bien, hoy. Y mejor será el mañana.
Entonces él pensó en cuando todo acabe. En cuando todo de la vuelta y el regreso sea un presente más que forma fila. Luces.
Agachate. Abajo. No hay balas para vos ni para mi. Pero más vale reirse un poco más de los riesgos que eso que siempre hacés, eso de mirarlos desde lejos, desde tu siempre estúpida colina.
Auto que se detiene en semáforo en rojo y granada que entra por la ventanilla por la que se ven brazos que se agitan antes del rojo-naranja-amarillo y ese ruido.
¿Lo escuchaste?
Reloj. Dobla esquinas y junta piedras. Corre. Cruza en rojo. Mira a la mujer sin detenerse y la mujer se detiene sin mirarlo. Ni piedras ni balas a su alrededor.
Pero ¿lo escuchaste?
Espera y lo mira. Ocho balas más que rompen la vidriera de la izquierda.
¿Vos me hablaste?
Otro auto se estrella contra el incendiado y el conductor del mismo prendido ya fuego se cae al asfalto.
¿Ves?, no parecen quedar cosas para llenarlas.
Le muestra sus manos vacías.
Entonces saca los vidrios rotos para entrar a la vidriera y un camión encuentra su estrellarse en la esquina. El reloj los mira a ambos. Se sacude pedazos de camión y los mira. Saca de la vidriera el sombrero más cálido de esa primavera y lo coloca en la cabeza de la mujer que sonríe.
Le muestra sus manos vacías y él niega con la cabeza.
Ahora sí vamos.
Pasa a su lado el reloj, con sangre helada en los segundos. Las balas lo buscan y las piedras no alcanzan.
Le muestra el sombrero sobre su sonrisa.
Yo te cubro.

domingo, 25 de octubre de 2009

Maga en Magias, vuela


Ella le abrió la puerta de la jaula al dormido pez dorado.
Anestesiado.
Recordando.
Y flota una vez más, tan cerca, que el océano que sabe brotar de sabios labios apenas si acierta con el sano oficio de saber morirse de ese miedo tan sabio.
Y lo sabe.
Maga de Magias que lo atenúan en dorado y lo acentúan en brillantes escamas que logran ejecutar una necesaria respiración que alcanza para los dos.
Los dos vivos.
Y las dos vidas.
La de antes, la rota partida que no arrancó y la sana, la débil alimentada por la memoria impregnada en las pieles. Cada piel y cada reflejo que acribilla a la noche, esa que sólo puede aprender lo que es el absorto abstracto, al mirarlos buscarse en los sexos con hambre salvaje, de animal pez o animal
Y el pez olvida tan rápido que cada
Y la Maga aprende tan rápido que cada a olvidar esfuma la jaula.
El pez mira los cielos con un entusiasmo que encoge las nubes. Alguien le dijo que las Magas vuelan y él no lo cree tanto por cierto sino porque le va la vida en ello. Además, ahora que aprendió a abrazar (no es fácil si sólo se tienen aletas), sabe que no cerrará los ojos nunca más, ni durmiendo.
Habiendo tanta Magia por mirar...
Sabe que ya no puede darse lujos de jaulas extrañando tanto océano de labios como necesita para respirar. Para dos, incluso.
Y mira las nubes.
Y espera.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Lluvia en sábado


Reiteración definitiva, una última vez más y su vientre que se desenrosca en un humo que la asfixia desde la infancia roja.

sábado, 23 de mayo de 2009

Un dios en relajados sentidos


—Yo no quiero llegar al punto en el que absolutamente nada tenga ningún tipo de sentido. Sobre todo porque ya creo que ese punto está demasiado cerca de mi.
Luego de esto abrió su valija y comenzó a hacer su mejor truco de magia.

sábado, 2 de mayo de 2009

Leche hirviendo


Aprendí mi primer oficio a la edad de un mes y medio.

La calidad de lo circundante no me dejaba pliegos frontales libres ni llanezas excavadas por necesitar. Los Otros, esos Otros siempre ahí, anclados en sus libros y sus bibliotecas, querían verme en mi pasado de siempre, necesitando, pero no observando ni cuestionando en herramienta alguna.

Mi primer oficio fue el último de una larga serie de llantos, más cercanos a la llamada Cortina de las Impresiones que a lo que un mes y medio suele demostrar. Mamá solía acostar a sus hermanos en camas separadas, creyendo que la noche no alcanzaba para soñar deseo alguno, pero cualquiera despierta de noche con los oídos abiertos y la institución de la Cortina de las Impresiones legaba salvoconductos hacia el entender temprano. Despertaba por las mañanas sin haber dormido nunca, sabiendo que los sueños eran lo más real de todo mi oficio. Mamá lloraba junto a la cocina mientras sus hermanos desfilaban por el baño sin saberse ni limpios ni enteros. Desde mis ojos recitaba las lágrimas de mi mamá con un sentimiento ligado a la bioquímica del llanto, la angustia quedaba fuera de nuestra relación por esa época. Lo peor de cada hora de cada día para ella era que la acercaba a su noche. No le importaba no dormir, pero sí no poder soñar. Mes tras mes, sus ojos me preguntaban por cada noche y por cada sueño, por cada hacer de mi oficio. A lo último casi suplicaba mientras sus hermanos perdían de a poco la clarividencia de cuánto un velo puede llevar adelante una casa y a sus personas. El deseo desarma velos. Y yo sólo trabajaba de noche. De día, el pecho de mi mamá y su leche me iban enseñando a armar el sueño final para ella. Algún día finalmente soñaría, pero despertar, no sé. Y refinando cada noche la calidad de los actos en los hermanos, la Cortina de las Impresiones en una temperatura cercana a la del sol, volviendo día la oscuridad y pesadilla los sentidos de mamá. La mañana y los hermanos desfilando por el baño y mamá llorando en la cocina mientras su pecho me enseña a preparar su sueño.

Pero ni los Otros ni la Cortina supieron decirme que aquella mañana posterior al sueño de mamá, su primero, su único, un fruto de mi oficio esta vez para ella, haría eso de incendiar toda esa casa, ya sin velos desde hacía tiempo. El único hermano que salió de ella me sacó fuera y ambos miramos largo rato esa alquimia de madera ardiendo y gritos junto a un hermoso juego de luces, en un amanecer encendido de azules. La bioquímica del llanto y la angustia ausente me llevaron a mirar a mamá quemándose despacio y por última vez, tumbada en la puerta de entrada, y desde mi cochecito sólo pude pensar en leche hirviendo. Aprendí, de mi primer oficio, que volverse experto en él era también necesitar abandonarlo.

Hoy, que estoy tan cerca de los Otros y de sus libros, pienso en el único hermano y en mi segundo oficio, mientras observo aquellos bellísimos ejemplares en los estantes de la biblioteca.

Pienso también en los sueños de mi infancia.

Que ya no lo son.

viernes, 24 de abril de 2009

Blanca


Hacé lo que quieras menos penetrarme.Y si preguntás el porqué, me visto y me voy.No te voy a pedir lo que no tenés, no te voy a dar lo que no querés.

lunes, 13 de abril de 2009

Canción de amor


Sos responsable ante el desierto en llamas, abierto y claro a la luz sentida de la noche.Suero encarnizado de la supervivencia, ruega por nosotros, santa parte del vos.Voy a hundir mis futuras muertes en este pozo en llamas y a esperar la cosecha de naceres ardidos, seré la obstetra de los paraísos por venir.No es que insista, pero se debería de terminar todo esto con una sincera fiesta indebida. Veo mis pezones arder como fósforos en perpetua ignición y me creo detenida en el seno de una desilusión. O en dos. Y no hay cielo que ocupe más que lo que tu sonrisa desarma en mi.O ¿hasta cuánto?, manto sobre las llamas, agua sobre las heridas, ¿hasta cuánto? Voy apagando lo líquido y enterrando futuros naceres desprovistos de un vos. Voy, desandando la tempestad y reiniciando el fruto. Voy... y vos.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Medios alternativos de pago


Todavía ensayo la floración a pesar de que toda ternura parecería vulgar. Todo intento fallido. Toda oclusión, un vacío vuelo de adonis en góndola cercada de lujo. Y ensayo descascarar la rosa de los vientos en la ingenuidad clareada de una inocencia que compré antaño y que al devolver (cambios sólo por las mañanas) me fue impuesta. ¿Por qué?, si el ensayar aflora y la constancia fue desde mi esposa hasta mi laguna salada de olvido. Impuesto también.
Y ensayo. Ocupo y desvelo resurgires que mis vecinos de celada (en los amaneceres incendiados de esos campos que el recuerdo, y sólo él, siembra de culpas y de otros granos sempiternos) festejan cosechando tiros al aire, navajas del tiempo y sonrisas de obtuso carácter endiosado (por la tarde, días hábiles únicamente) por medios alternativos de pago oportunamente comunicados en los canales habituales.
Vos, ¿dónde te vas a deshacer?
No reconozco mi voz desvistiéndome ni tu vos de ternura ambivalente. No reconozco un vulgar espejo como tal.
¿Pensás en un pariente lejano?
Ni como tal ni como imagen de un rombo opacado de todas las celadas de cada resurgir.
Despertar, en todo caso, nunca acaba por doler un poco menos que la suma inacabada de todos los ensayos, en el caso de las floraciones inigualables, polen y olvido, pétalo y luz de brasas en cada luna compartida.
Sacar a pasear a algún deseo... ¿Volveremos para la hora del té?
Y dijo mi vecino entonces que, lo más paradójico es que si finalmente y al cabo de tantos reflejos, yo me decidiera a aceptar el plan de pagos que acaba (licitando en la sexta cuota) con el asesinato sin culpas ni excomunión de ella y sus menesteres (navajas volando que piden pista y carretean, oh, amor, en el aeropuerto sin neblina de tu cuello) podría yo culpar a las barrancas tediosas de esa ternura que me ha desflorado a toda imaginación.
¿Perturbada?
No. Tejiendo. Una mortaja de lana verde cielo.
¿Habrá gastos administrativos?
¿El perdón llegará?, dijeron sus ojos celestes.
Cansancio de celadas en las redes viales del desprecio.Y sí, Lo creo. El derrumbe es inminente.

jueves, 19 de febrero de 2009

El Oráculo en la Tormenta


Hace ocho minutos que ella habla con su lápiz de labios.
Murmura.
Las nubes lo cubren todo y la multitud espera en un silencio tan respetuoso como ignorante. Aburrido, en algunos casos.
Toma el micrófono y dice "nada habla hoy, pero habrá desastres al sur del Río". El maestro de ceremonia pide calma y ella aprieta el lápiz de labios en sus manos. Alguien del público ofrece un rímel y ella se larga a llorar agitando su pecho.
Suenan truenos.
Vamos a irnos, dice el maestro de ceremonia tomando el micrófono del piso. La multitud piensa en sus casas y en el lápiz de labios que, mudo, les niega todo futuro más allá del desastre.

Muchos años más tarde, en el neuropsiquiátrico, la enfermera se aburre en esa tarde calurosa mientras ella le pide por enésima vez que por favor le devuelva su lápiz de labios. La enfermera no contesta y piensa en cómo debería usarlo para sorprender a su hermana, aunque eso será cuando aprenda a abrir ese tubito que la llena de misterio, y cuando su hermana aprenda que está loca por ella.

Ahora la cama que la contiene es un trueno y en un relámpago su voluntad amenaza con emigrar. Al sur del Río, esa delirante invasión de sangre espesa que los cartógrafos se apresuraron a bautizar Bahía Transfusión y los místicos La Hemodinamia de una Nueva Era, crece haciendo llegar su aroma acre hasta las calles más alejadas del centro del pueblo.

Ella cierra sus ojos y clava sus dientes en el labio inferior hasta sentir la humedad y la primera gota que acaricia su pecho y la hermana con el dulce futuro que se acerca allí, al sur del Río,
donde el pueblo se termina.

lunes, 16 de febrero de 2009

Take it easy


Cortó el teléfono y, para cuando pudo dejar de llorar, respiró con un hondo cansancio lejano y me dijo.
Acá el tema no es si vendiste tu alma o no. Todo este tiempo que llevo vivido me convence de que nacemos con el alma ya hipotecada.
Y se rió. Solo para sí misma.
Y concluyó.
La verdadera cosa es ver si todos los años que vas a vivir te alcanzan para darte cuenta de que esto es así. O no.

Después le alcancé su abrigo y no volví a verla hasta aquel velorio en el que para no resignar su vocación eligió morirse ella misma y protagonizarlo. Pasé toda la noche evitando asomarme al ataúd por no querer comprobar nada. Aunque nada fuera ya a cambiar, tampoco estaba tan seguro. A las tres y cuarenta de la madrugada la sala estaba vacía y sólo el tío Ignacio fumando en la vereda. Me acerqué entonces al ataúd y me asomé a verla.
La cadencia palpable de las flores que ponen allí sólo para asfixiarnos me acarició el lomo en un gesto de amigo. Desde una distancia cuidada y estratégicamente lejana de todo este mundo tan cercano como virtual, ella sonreía.

Al pasar al lado del tío Ignacio le palmeé la espalda y él creyó necesario comenzar a decir.
No nos damos cuenta de lo poco que somos hasta que...
Eso, tío, eso, le interrumpí, darse cuenta lo es todo.
Y me alejé.
Y ella seguiría sonriendo hasta que yo volviera a verla.

domingo, 8 de febrero de 2009

Las huellas de un amor descalcificado


Sylvana se fue. Sylvana dice que ya no soporta mi costumbre de usar las bombachas de mi mamá muerta. Sylvana no entiende que el amor es una herida anal. Acostumbrado a repartir incienso cada madrugada hoy veo los fondos vacíos de su ojos y el aroma no me convence, Sylvana. De cuando en cuando repartimos sensatos beneficios de haber ocultado una gran pasión en medio de una pila de fiestas empotradas en cada filo de cada muesca de cada uno de todos nosotros. Nosotros, Sylvana, siempre te lo dije, debimos haber cambiado el auto cuando mi mamá murió. Sylvana dice, porque ella dice y yo escucho, que ella se va porque las bombachas de mi mamá muerta no le quedan bien nunca más. Sylvana dice que ella nunca dice eso y que yo invento todo lo que ella dice, así que nada de lo que yo digo es lo que ella me dijo, dice Sylvana. Pero el auto nuestro hubo que cambiarlo, Sylvana, y había que haberlo cambiado cuando murió mamá, pero hubo que cambiarlo porque al fin lo estrellé contra el desfile del día de la independencia y se quedó lleno de pedazos de caballos adentro, Sylvana, aunque, enojada como estabas por el tema de la inauguración de mi exposición retrospectiva de los supositorios de mamá fosilizados, quizá no lo recuerdes. Y sería importante, Sylvana, que hagas el esfuerzo de recordarlo, porque al fin era el auto y era también el bebé el que estaba adentro cuando el choque contra el día de la independencia y los caballos con sus pedazos que no eran paté porque tenían huesos, y eran duros, Sylvana, duros como lo son los huesos siempre. Pero aquella vez, y yo lo recuerdo bien, que cenábamos

viernes, 6 de febrero de 2009

Y siempre Verdes


Quiero liberarme de todo lo que no me libera y acostarme a dormir.Apenas, no exagera, te lo aseguro.Y sin maní...Haberte esperado en vano.En vano y en un desierto.¿Olvidado?Qué va... falta que lo publiquen en el Google Earth para que esto se pavimente de sueños estúpidos, de esos que nunca faltan. Pavimento y parquímetros municipales, vas a ver.¿A los estúpidos o los sueños?Tampoco está lo que se dice fría.Dije que no exagera.¿No te convendría volver a dormir?, murmuró con un intento falso de sonrisa acabada.Recuerdo aquella tarde en la que se me prometió tanto que el sueño me envolvió con una espera que duraría años, mirá... No va que me pongo a vivir y ni la espera me corre a la par. Decime, ¿con qué se parió la vigencia ignota de tanto sádico esperar a la nada envuelta en celofán de sueños verdes?Verdes, siempre verdes, ¿viste?... y el maní que no llega.Vuelvo a la arena que crepita, digo agitando mi vaso vacío para subrayar."Aquieta latidos de cadencias / agotados en sones marcados / de revivires ayeres y de matar, si lo quieres...", canta mientras agita rítmicamente su vaso sin beberlo."... y de sanar si lo vieres / a un cielo de ciego soñar", le completo la canción, mientras me levanto y dejo la plata de las cervezas.Esta vez, pago yo.

miércoles, 28 de enero de 2009

No hay mal, en realidad


Y no le voy a negar que siento por usted una atracción malsana. Verdaderamente malsana.
Sí, pude empezar a sospecharlo cuando me amputó el seno izquierdo.
Entiendo un aire de resentimiento en su voz y hasta puedo justificarlo. Pero, deberá reconocerlo, tuve la decente precaución de estudiar medicina para poder tratar correctamente sus retiros y mantenerla con vida, así como graduarme de chef para que los platos sean dignos de usted.
De todas maneras no va quedando mucho de mi.
Claro, estamos recorriendo la gran curva de todo devenir humano. La del surgimiento, apogeo y decadencia.
¿Puedo sugerir que esos canapés en los que perdí mis primeros dedos fueron parte de ese "surgimiento" que usted menciona?
Suena interesante como teoría, pero le resta mérito, le aseguro. Si hubiese accedido a saborearlos no los colocaría en un modesto "surgimiento", sonaban soberbios, se lo aseguro.
¿Sonaban?
Sí. Cuando el sabor es tan sublime y sublime es, a su vez, la educación del paladar que los recibe, puedo garantizarle que la experiencia acaba teniendo tal armonía que compromete también el sentido auditivo.
Verdaderamente una desconsideración de mi parte no haberme querido saborear.
Y sí. Y queda poco de usted para que acabe por acceder a tal experiencia. Es el fin último que usted se empeña en despreciar.
Siento curiosidad por esa decadencia de la que habla. No acierto a imaginar qué parte de mi caerá clasificada como tal.
Le seré franco en este punto. Yo tampoco. Como en todo artista, cada paso es un acto y cada acto una creación. No tengo idea, ni quiero tenerla, acerca de lo que haré a futuro. ¿Imagina, acaso, que tengo un plan?
En verdad, ya no lo sé, pero en algún momento lo supuse.
Sinceramente me ofende y hasta casi me insulta. Me está rebajando a la calidad de un abogado, o un contador. Una verdadero acto de maldad de su parte.
Supongo que debería de pedirle disculpas, al menos mientras conserve la lengua, ¿no?
Sería muy apropiado de su parte.
Sí, creo que deberé callar de una vez, parece que a cada paso le hago daño.
Sin embargo no hay mal que no enseñe algo, ¿lo ve?, ahora ha logrado decidirme acerca de qué parte de usted es la que sigue.

martes, 27 de enero de 2009

Flambeando a septiembre


Él asoma por la ventana y sueña despacio. En clave. En signos. En esperada incordancia con la alquimia misma de siempre. Desapariciones de espíritu y revueltas en cada incorrecta esquina del sembrado entusiasmo que acabó en dos noches. O fueron más. nunca lo sabe. Cada recuerdo agrega capas, suma intersticios, devela requiebros, ahoga ascos.
    —Dos pasajes.
    —¿Trajo la sensación de rigor?
    —En septiembre me bajo, apenas.
    —Voy a tener que advertirlo, y bajó la mirada por vez primera.
    —Me va a obligar a matar.
    —Suena a pregunta.
    —Sonará a vacío.
    —Diga el porqué al subir y quedará en su asiento hasta que su esperar estalle, sonrió.
    —Lo dicho.
    —No es ninguna estridencia. La formación se pone en marcha y cerramos a las ocho.
    —Juega con luces de almíbar. No pretenderá que...
    —Hay más gente a su espalda, va a tener que ceder al callar.
  —¿Me garantiza el estoicismo?, ¿me extiende póliza de silencio?, ¿acabará de infectar la resurrección de una turbia vez? (breve suspiro de largo cansancio).
    —Buenas noches. Partimos.
    —Será en septiembre.
    Desmadeja claves y toma asiento mientras la formación se mueve. Abre un diario sin fotos ni fechas y coloca sus manos en dos o tres pareceres que concurren puntuales. Habíamos quedado en eso. Muchas gracias.
    Y el suelo crepita bajo su cuerpo. Y el suelo arranca. Como flambeando el cimentado rol de su existir en un juego remoto de gran importancia. Mira el diario y en página dos un ayer oculto bajo propaganda de jarabe le cuenta que perdió el juego hace tanto que ni juego había al perderlo. Él asoma su sonrisa por la ventana y duerme despacio. Septiembre espera. Septiembre espera y agosto apura su trago de beneficencia rota para caer en página catorce, junto al partido del sábado a la tarde. Agosto se le encripta en sus costillas y ya su respiración bastardea el paisaje en inútil movimiento sincopado, una delicia armónica que ronronea al lado de la lejana bocina de la formación.
    Dos asientos más allá, el clon fumado de Fred Astaire le cuenta al vagón todo que ejecutó tres cuadros de Broadway bailando sobre la cuerda floja que unía el Kavanagh con una antigua iglesia sumida en el incienso. Estallan los aplausos grabados desde un disco mientras tres asientos se desocupan a puro pasajero muerto, a puro caer en las vías mientras sigue durmiendo su vigilia de página veintidos, política exterior y mayoristas de carne. Agosto se le despereza en sus amigdalas y el aire es un raro recuerdo de un viaje exótico, una fragancia de eucalipto, de violetas de noviembre, de soles y siestas, de la voz de su madre pidiendole que duerma ya.
    Cierra el diario y, en la contratapa, un calendario ensombrecido de reflejos amarillos le canta que el dormitorio ya está en penumbra, que las sábanas son limpias, la almohada blanda y el sueño eterno. Ni mira el mes del calendario. Cerramos a las ocho, le dijeron.

lunes, 19 de enero de 2009

Reagresión


"Ser consciente es tan inútil como vaciar el alma cuando ya pasó el último tren", le había dicho ella, y él no se animó a completar "y encima hace un frío de cagarse", porque le conocía las miradas, pero más le conocía esa franja de emoción que se reservaba para los adioses perpetuos que encadenaban.

Quería respetar.
Sus manos envueltas en la bufanda y el pálido pestañear para domar montañas de únicas derivas, de salvas impolutas, de labios que nunca fueron. Si recordaba el sabor de su saliva se sentía culpable de extorsión, porque ella lo sabía y tanto bastaba. Si olvidaba su nombre honrado, se divertía mucho con la furia calendaria que encendía hasta los semáforos, parecía. Si se rendía ante las paredes de impiedad los sobrevolaba el aburrimiento en rasante insulto, óxido de cinismo que abandonaban ahogando la noche en vino. O no.

"Sé consciente. Es inútil", sentenció ella la última vez que la vio. La puerta del tren se tragó su espalda (que nunca se voltearía, juramento) y el alma de él estornudó una regresión de karma vetusto.

Ella también se llevaba el vacío.

Neón


Un cielo de oro azul
y el mar
bajo tus pies helados
de crema.
Un caído en esferas
cubiertas en luna
y desnudos en bares
de abiertos abanicos
óqueos.
Siempre fue
el gritarle al yacer
tu hedonismo más sacro.
Si baja el mar y sube
la ruina de la marea,
en siestas se planea
cielo afuera.
En quedados manantiales
voy a ver la sencillez
y la sepia dulzura.
Y voy a ver la noche hoy
desde el magma,
desde el control remoto,
voy a beber el pasto con
luces de aguardiente,
neón de aguas sobre las tumbas
de nuestros pasados futuros.
Tan pasados, mi cielo,
que ni los globos inflados
recuerdan tu boca inflando
sus almas de guirnalda
acaramelada, necia y sabia,
para el cumpleaños involuntario,
creyéndote capaz de rezar en la misa
del décimo aniversario
a cuerpo presente.

sábado, 17 de enero de 2009

Algo de lo que vamos a hacer


La raíz de todo es aceptar esa ambivalencia de la que ningún ser escapa, más teniendo en cuenta el hecho de que nunca termina de llover del todo ni de secarse nos la boca cuando queremos desparramar explicaciones de todo tipo acerca de nuestra expectativa al ocupar un espacio en el universo este que conocemos, de gastar aire, como quien dice. He ahí la falta que se nota y el que se nota en falta al notarse algo así como vivo, ambivalente y deseoso de saciar algunos de los hambres con los que nacemos, catálogo imperdible de derroteros que seguiremos a lo largo de todas las salas de espera que nos tocarán habitar después. Mucho después. Casi inmediatamente después de la primera parafernalia de dicha y desencanto.
Ambivalencia, ni más ni menos.
Silencio ambivalente, que es el callar lo que se piensa.
Y escritura. Que es callarse en vida lo que se escribe en letras.

Damas y Caballeros, sean bienvenidos a este blog.