martes, 27 de agosto de 2013

La genética de tus brazos


Desmembrando noches como inciensos paridos al sol,
ocultos en aroma y color por la tormenta más rubia de todas,
la desangelada de pesares,
la flambeada en los cierres de temporada,
la occisa asombrada de amaneceres gitanos.

Vas a tener frío en la enredadera genética de tus brazos.
Olvidar cómo giran los deseos en cada semáforo roto.
Vas a grabar las voces en fanfarria de todos tus muertos.
Sanar como último recurso para evitar reencarnar en fuego.
Vas a plegar las olas de tus ojos en un sueño de acero tibio.
Conformar arquitectura de olvidos en tazas de café frías.
Vas a subir escaleras que caen al regazo de una madre breve.
Destruir el tejido óseo de una mirada inflamada de silencio.
Vas a respetar la muerte en una cena de egresados simbióticos.

Dulce corral de colores hastiados,
hasta el cuero deforme de tu sangre encrespa
la latitud yerma del pasado, borroneado en sillones ahora vacíos.
Semblantes cerrados.
Inciensos copulando nubes.
Oxígeno desangelado de futuro.

Y todo el río de sangre sin alma
que se acuesta conmigo en cada noche
a vigilar que la fiebre nunca baje.

domingo, 25 de agosto de 2013

El sueño de las Magnolias


Amanezco en el Jardín del Edén.
Un horror de verde en manto,
me cubre los senderos hacia el abismo del deseo.
Magnolias que recitan sonetos ebrias
se clavan en mi espalda,
haciendo de mis vértebras un condominio
por donde pasean la amistad con Cronos
de sus tallos.
Cada pétalo llega a horario
al servicio de sonrisas,
transfusión de sangre filtrada en vino,
estío de plumas que desmayan aires
en toda ocasión de azul cuento.
El árbol de la vida acusa churros
rellenos con dulce de leche,
en ramas de impertinencia que exasperan
al ángel de la clonación a sueldo.
Furia de ángeles. Churros al viento y niebla dulce,
con leche de melancolía que trae
vacas espantadas de karma en formato
sachet sacro.
Eva cuelga la ropa de sus ramas
y escurre el vacío de sus senos,
en pezones que silban tormentas añejas,
recordadas en el frío de la nieve subconsciente.
Antes de nacer al grito montado en río,
tres cabras ayunas de ojos fríos,
ciegas de mirar clamando,
desarman en tornillos color hueso
el puente color yeso
de la aurora color hijo.
Nacen desolando la noche de fuegos,
con asomo a salmo sincopado de infantas en celo.
Viejo el Dios, cansado de jugar con genes,
apaga el sol de alumbrado público
y recuesta universos troquelados en hilo de noche.
Las magnolias sueñan frío en mi espalda.
Y la veo llegar.

martes, 20 de agosto de 2013

Apenas


Restos golpean contras las piedras. 
Maderas podridas, astilladas, quebradas. Las olas las empujan sin ganas contra el borde de rocas. 
El sol arriba, ajeno a la nostalgia esa de lo que fue una construcción. 
Nadie mira. 
Nadie sabe. 
Todo es desierto. 
La voz de las olas, monótona, impecable en su ética de confesar todo lo arrastrado, sisea en el viento. Concesión perdida de sonidos que nadie escucha. Pérdida furiosa de tiempos y olvidos. Maderas amnésicas de árboles.
 Costa ciega. 
Pájaros sordos que no se detienen. Rocas mudas en un eterno encogerse de hombros. El sol arriba, tajea el cielo para otros. Otros seres. Otros mundos. Otros días.

Y todo eso por dentro.
Apenas todo eso.
Restos.

martes, 13 de agosto de 2013

Sueño torpe


Imagino la parte más hostil de mi cerebro
como un campo sembrado
de agujas
por la acupuntura desquiciada
que pretende una cura
donde sólo hay un sueño torpe.


Si despierto, no duele.
Si duermo,
la sombra de cada aguja
deforma renglones en donde
se van descubriendo todas las palabras
que alguna vez,
en el más infinito y erótico silencio,
me supiste decir.

sábado, 3 de agosto de 2013

El fuego de los ojos en sueño


Vení pronto,
urgente, volando,
vení ya mismo,
vení corriendo
a través de las llamas,
arrastrando el tiempo,
vení por sobre todo,
perforá las nubes,
licuá el cielo con las uñas,
soplá rutas con dientes apretados,
vení en olas salvajes,
vení tornando lunas en balas,
pero vení,
urgente,
vení montada en gritos de hielo,
pero vení,
vení a morder el tiempo cocido,
lo dejamos en horno de sangres
envenenadas de alegría hasta el latido,
surtidor de deseos más grandes
que nuestras pieles juntas,
porque siempre juntas
y sólo juntas
se pudieron medir,
entonces vení,
con la desesperación de la tormenta,
con el fuego de los ojos en sueño,
pero vos vení.